Capítulo 4: Parte 3
Al volver de
nuevo a mi cuarto con un bocadillo de jamón y queso, la luz de una linterna me
deslumbró. Me asomé al pequeño balcón a los que daban los ventanales y vi a
David en la suya- "Me han dicho que casi te ahogas"- Leí en su
libreta mientras le pegaba un mordisco al bocadillo. Yo entorné los ojos y
asentí. Por supuesto, todo el mundo ya debía de haberse enterado.
Pasó la hoja
y volvió a escribir algo más.- "¿Cómo te encuentras?"- Me encogí de
hombros y decidí coger mi libreta también, bautizada ya como la libreta de los
mensajes. La apoyé en la barandilla y escribí con la mano derecha mientras
sujetaba con la otra mi cena.- "Todo lo bien que se puede estar..."-
Y terminé en la otra hoja; "...después de tragarme medio lago".
Mi
respuesta le causó gracia y empezó a reírse a la vez que escribía su siguiente
mensaje.- "Entonces será mejor que no vuelvas por ahí...- Y partió la
frase como hice yo; "... o nos quedaremos sin lago"- Su ocurrencia
también me hizo reír a mí.
El teléfono de su habitación comenzó a sonar y tuvo
que volver al interior de la habitación. Lo cogió sonriente, aún por nuestras
bromas, cuando de repente se puso serio y me dio la espalda deliberadamente.
Esperé un rato para ver si volvía pero, cuando corrió las cortinas de su cuarto, comprendí desilusionada que nuestra conversación había terminado.
***
Durante las
semanas siguientes me dio la sensación de que Rebeca estaba evitándome. Pues
cada vez que trataba de hablar con ella sobre el Lago Esperanza o el tío rarito
de Cristina, Leo, me cambiaba de tema y con alguna excusa se marchaba.
Por otro
lado, la rubia oxigenada había mostrado un interés exagerado por mí. Notaba como
me quería convertir en su nueva mascota. Todos los días me había estado
llamando para quedar. Sus planes iban desde ir al centro comercial a ir a su
piscina o al de alguna amiga.
Con Ruth no había vuelto a hablar del tema, tal
como me había pedido, así que habíamos establecido una extraña amistad entre
nosotras. Había confianza y a la vez prudencia. También era verdad que solo nos
veíamos cuando Cristina nos juntaba a todas. A su hermana Meghan no la había
vuelto a ver, pues al parecer no le gustaba las amigas con las que se juntaba Ruth.
Y el sentimiento intuía que era mutuo.
A su vez, David se
había estado comportado de forma distante conmigo. Tampoco es que tuviéramos
una gran amistad antes pero, lo poco que había, sentía que se había esfumado. Ya no
contestaba a mis llamadas de linterna, ni él hablaba conmigo por nuestro casi
habitual método de mensajería. Todo a partir de aquella llamada.- ¡Eh! ¡Baja de
la nube!- Me dijo Mara pasando su mano delante de mi cara.- Perdón... ¿me
decías algo?- Dije confundida sentada en el bordillo de su piscina.
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