Capítulo 4: Parte 6
Tenía la
respiración agitada y la cabeza me daba vueltas tratando de buscar una solución
lógica. Quizás había sido todo una alucinación. Había leído que algunas drogas
te podían producir alucinaciones al cabo de unos días. ¿Y si lo que me dio
Rebeca me estaba provocando esas alucinaciones? Aquella pastilla dorada... Pero mis piernas tenían los rasguños del bosque, una prueba de que lo que acababa de pasar había sido muy real.
- ¿Emily?- La voz de David me sobresaltó en mi propio portal de tal manera que casi me volvía a caer de bruces, contra el suelo, en su presencia.- Tranquila ¿Estás bien?- Dijo sujetándome del antebrazo al darse cuenta de mi pérdida del equilibrio.- M..me..me tiemblan las piernas.- Balbuceé en estado de shock. - Ya lo veo... ¿Qué te ha pasado?- Mi mirada pareció bastarle para darse cuenta de que necesitaba salir de ahí cuanto antes.- Ven a mi casa, te daré una infusión y me lo cuentas ¿vale?- Asentí dócilmente y me dejé llevar por David al interior de su casa.
Mi cuerpo aún seguía temblando de miedo cuando me ofreció aquella infusión.- Entonces cuéntame ¿Por qué parece que te hayas intentado depilar las piernas con un cactus?- Su chiste malo me hizo sonreír pero no sabía si podía confiar en David. En realidad, no sabía en quién podía confiar de verdad en Villa Gaudí.- Lo que sea que te haya pasado te voy a creer Emily, no tengas miedo de decírmelo.- Me animó adivinando mis pensamientos. Estábamos en el salón, que era prácticamente igual que el mío a excepción del mobiliario y la decoración. Yo estaba sentada en el sofá sujetando la taza de té con mis manos mientras que él se había colocado a mi lado, pero a una distancia prudente. David me estaba analizando con la mirada. Intentando ver a través de mí. - Es que... no sé... creo que me estoy volviendo loca.- Se me hacía un nudo en la voz y di un sorbo a mi infusión para calmarme.
- Todos aquí lo estamos si eso te consuela.- Bromeó para quitarle hierro al asunto.- La verdad es que necesito confiar en alguien, pero no sé en quién. Son demasiadas cosas.- Le expliqué torpemente rehuyendo su mirada.- Pues puedes empezar confiando en mí ¡Me ofrezco voluntario!- Su mano rozó la mía y yo la quité como si de una descarga eléctrica se tratase.- A penas te conozco.- Dije poniendo los ojos en blanco.- Es cierto, así que hagamos una cosa; tú me haces una pregunta, yo respondo con toda la sinceridad que me sea posible y a cambio, después puedo preguntarte yo. Pero tenemos que ser los dos sinceros. Una pregunta tú y otra yo ¿Qué te parece?- Aquel juego parecía interesante.- Está bien.- Acepté pensando una buena pregunta que hacerle a David.- Pues cuando quieras.
- Primera pregunta; ¿Por qué me has estado huyendo?- Teniendo aquella oportunidad no me iba a andar con rodeos. Aún seguía sin saber por qué David había estado evitándome desde aquella llamada.- Empezamos fuerte.- Sonrió como si no se lo hubiese esperado.- Mis padres son muy estrictos conmigo. Piensan que una mujer, u otras cosas que no sean mis estudios, es una distracción para mi futuro. Ellos viven en la ciudad pero han pasado unas semanas de visita por aquí. Así que tenía que aparentar lo que ellos quieren de mí, así me evito problemas. Pero tienes razón, perdón por ignorarte.- Ciertamente había notado más movimiento en la casa de David. Sin embargo, en todo ese tiempo, no los había llegado a ver. Sus padres debían ser ninjas, profesionales del camuflaje. Me reí ante mi estúpida idea.- De acuerdo, disculpas aceptadas.
- Ahora me toca a mí
- ¡Rebeca!- Llamé cuando entré por la
puerta- ¡Rebeca!- Repetí impaciente.- ¡Hola a ti también! ¿Porqué has tardado
tanto? Pensé que ya estarías cuando volviera del trabajo y...- Se calló al
verme la cara.- ¿Qué te pasa Emily? ¿Te encuentras bien? Estás más pálida que
de costumbre... ¿Y porqué estás descalza? ¡Por Dios mira que pies me llevas!-
Puntualizó enarcando una de sus morenas cejas al darse cuenta del barro y los
pequeños arañazos que habían en mis piernas. Se acercó a mí preocupada pero
rechacé su mano cuando quiso tocarme la cara.- No, no lo estoy.- Espeté sin
saber de donde venía exactamente mi enfado.
Me dirigí al
salón agotada y me dejé caer en el sofá.- ¿Te ha pasado algo?- Volvió a
interrogarme.- No lo sé, dímelo tú. ¿Qué fue esa pastilla que me diste?-
Inquirí mirándola a los ojos. Pero esta vez no huyó de mi mirada.- ¿Qué
pastilla? ¿De qué me estás hablando?- Su cara estaba contraída por la duda.
Realmente parecía no saber nada.- El día en que casi me ahogo en el lago. Por
la noche me diste una aspirina para la cabeza...- Expliqué más calmadamente.-
Sí, ¿y? ¿Qué pasa con esa pastilla?- Volvió a preguntar pero pude notar que
había algo raro en su forma de actuar.
- No era una aspirina normal, me hizo
tener unos sueños muy extraños y ahora... ahora creo que estoy teniendo
alucinaciones ¡¿Rebeca pero que me diste?!- La acusé sin preámbulos.- ¡Nada! Me
las dio el señor Leroy- Me quedé inmóvil al oír aquel apellido.- ¿Leo?-
Pregunté mareada.- No, el padre de Cristina. Él es médico y me dijo que podrías
tener jaquecas así que me dio unas pastillas.- Aclaró rápidamente mientras se
levantaba y rebuscaba en su bolso, que estaba encima de la mesa.
- Aquí están- Me
pasó la caja donde ponía "Cavhentrim" .- Nunca he oído hablar de
ellas.- Aseguré abriendo el bote con desconfianza y ahí estaban. Pequeñas
semillas doradas.- Esto no parece paracetamol.- Murmuré al ponerme un puñado de
ellas en la mano.- ¿Acaso piensas que un médico me daría drogas para mi
sobrina?- Acuñó con ironía.- ¿Acaso pensaba antes que mi tía me ocultaba cosas? - Pregunté sin preámbulos.- Y sin embargo he visto la carta donde te piden, o más bien exigen, que vuelvas a no sé qué de Origen. Firmada por el sello familiar de los Leroy.- Sentía que mi voz iba ganando cada vez más fuerza. Rebeca estaba pálida por mis declaraciones.- Además te oí hablar con Leo la noche de la fiesta de bienvenida. "No está preparada para saber la verdad" ¿Para qué diablos tengo qué estar preparada exactamente Rebeca?.- Al dejar de hablar me percaté de que afuera, en la calle, hacía un viento inusual para ser verano. Pues se oía el ulular del aire como un fuerte silbido. - Cálmate, y explícame qué se supone qué has leído, oído o soñado. - Dijo escépticamente. Dejé el
tarro en la mesa pero me guardé una de esas pastillas sin que Rebeca se diera
cuenta. Aún no sabía para que me serviría, pero mi intuición me volvió a decir que lo
hiciera.
Tantas semanas
planeando aquella conversación y ahora había terminado explotando. Que era exactamente lo que no quería hacer.
- No te hagas la tonta. Quería irme de aquella absurda fiesta de bienvenida y te estaba
buscando. Yo no quería espiaros tan solo sucedió de esa manera...- Intenté defenderme
torpemente bajo su mirada incriminatoria.- En fin, os oí hablar a los dos solos
en aquella habitación sobre mí.- Miré de reojo su rostro. Estaba tensa,
tratando inútilmente de ocultar sus emociones.
Comentarios
Publicar un comentario